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Articles by Amy Boucher Pye

La última palabra

Un día, en una clase de filosofía, un alumno hizo unos comentarios denigrantes sobre las opiniones del profesor. Para sorpresa de todos, el profesor le agradeció y siguió con otro tema. Más tarde, cuando le preguntaron por qué no le contestó, dijo: «Estoy practicando la disciplina de no tener que tener la última palabra».

El poder de la oración

Un día, cuando estaba profundamente preocupada por un ser querido, encontré ánimo en una parte de la historia de Samuel, un sabio líder de los israelitas. Leer sobre su intercesión por el pueblo de Dios al enfrentar un problema intensificó mi decisión de orar por esa persona a quien yo amaba.
Los israelitas enfrentaban la amenaza de los filisteos, quienes…

El poder de la oración

Un día, cuando estaba profundamente preocupada por un ser querido, encontré ánimo en una parte de la historia de Samuel, un sabio líder de los israelitas. Leer sobre su intercesión por el pueblo de Dios al enfrentar un problema intensificó mi decisión de orar por esa persona a quien yo amaba.

Dios con nosotros

«Cristo conmigo, Cristo delante de mí, Cristo detrás de mí, Cristo dentro de mí, Cristo debajo de mí, Cristo arriba de mí, Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda…». La letra de este himno escrito en el siglo v por San Patricio resuena en mi mente cuando leo el relato de Mateo del nacimiento de Jesús. La siento como un cálido abrazo que me recuerda que no estoy sola nunca.

Esperar

«¿Cuánto falta para Navidad?». Cuando mis hijos eran pequeños, preguntaban esto todo el tiempo. Aunque usábamos diariamente un calendario para contar cuánto faltaba, la espera les resultaba terrible.

Nuestro poderoso Dios

Un día, junto al mar, me deleité mirando a unos kitesurfistas mientras rebotaban por el agua, movidos por la fuerza del viento. Cuando uno llegó a la costa, le pregunté si la experiencia era tan difícil como parecía. «No —me contestó—. En realidad, es más fácil que surfear, porque se aprovecha el poder del viento».

Un buen final

Mientras las luces se atenuaban y nos preparábamos para ver Apollo 13, mi amiga dijo suspirando: «Qué lástima que todos murieron». Miré la película sobre el vuelo espacial de 1970 con aprensión, esperando que llegara la tragedia, y, recién cerca del final, me di cuenta de que me había engañado. No recordaba el final de la historia verdadera: que, aunque los astronautas enfrentaron muchas dificultades, regresaron sanos y salvos.

Arraigado en Dios

Unos amigos se mudaron a una casa nueva, plantaron glicinia junto a la cerca y esperaron ansiosos que los brotes color lavanda aparecieran después de cinco años. Disfrutaron de la planta durante más de dos décadas, atendiéndola con cuidado. Pero, de repente, la glicinia se secó, ya que los vecinos habían derramado del otro lado de la cerca un líquido para eliminar la maleza. Las raíces de la glicinia absorbieron el veneno y la planta murió… o al menos, eso pensaron mis amigos. Grande fue su sorpresa cuando, al año siguiente, aparecieron algunos brotes en el suelo.

Jesús disfrazado

Una amiga se ocupaba de cuidar a su suegra, la cual ya no salía más de su casa. Un día, le preguntó qué era lo que más deseaba, y ella le contestó: «Que me laven los pies». Mi amiga admitió: «¡Odio hacer ese trabajo! Cada vez que me pedía que lo hiciera, no me gustaba, y le rogaba a Dios que ella no se diera cuenta de mi actitud».

Revolotea sobre nosotros

La hija de Beatriz llegó de un viaje al exterior y se sentía mal. Cuando el dolor se hizo insoportable, ella y su esposo la llevaron a una sala de emergencias. Los médicos y las enfermeras pusieron manos a la obra, y horas después, las enfermeras le dijeron a Betty: «¡Va a estar bien! La atenderemos y se sanará». En ese momento, un sentimiento de paz y amor brotó de su interior. Se dio cuenta de que, mientras revoloteaba ansiosamente sobre su hija, el Señor es el padre perfecto que alimenta a sus hijos y los consuela en los momentos difíciles.